“En mis primeros años de casada no disfrutaba apenas del sexo”, me confesaba una amiga. Me quedé pensando, pues es una realidad que me encuentro con bastante frecuencia entre las parejas que trato. Incluso a mí misma me sucedió algo similar, y el camino para solucionarlo fue algo tan sencillo como “hablarlo”.
¿Un tema tabú?
En general, y dependiendo mucho de la formación y del ambiente que cada uno haya tenido, existe un gran tabú alrededor de la sexualidad, una vergüenza excesiva a la hora de hablar de sexo con la propia pareja. Incluso no es extraño encontrar una falsa culpabilidad por experimentar placer, especialmente por parte de la mujer.
Desconocer la belleza de disfrutar del sexo puede llegar a afectar negativamente incluso dañar mucho la relación de pareja.
Necesitamos hablar de sexo.
El sexo es algo bueno y maravilloso, y tenemos que luchar porque sea lo mejor posible. Si hablamos de planes, viajes, proyectos, hogar, comidas, educación, vivienda, dineros, ¿cómo no vamos a hablar de aquello que más nos une?
Una relación sexual es una demostración de amor tan grande, tan especial y única, que se merece un inmenso cuidado y respeto, porque, aunque no nos lo parezca por el trato frívolo y erróneo que socialmente se le suele dar (no hay más que verlo en series o películas), nos va la vida en cuidar nuestra relación de pareja.
Muchas veces no se acaba disfrutando como se merece porque no sabemos lo que quiere cada uno, lo que necesita o le viene bien, física y afectivamente. No hablar de sexo sistemáticamente y dar las cosas por supuesto para que rueden solas es un error bastante común, que a la larga puede acabar dañando la relación seriamente.
Es difícil generalizar en un campo tan íntimo como es la sexualidad. Para unos, un abrazo o una pequeña caricia son un buen inicio para desatar la pasión; para otros, las palabras de amor son suficientes. Los distintos momentos de la vida también pueden afectar. Por ejemplo, un embarazo, un postparto, una premenopausia, un episodio grande de estrés, etc.; y cómo no, los cambios cíclicos de la mujer también pueden ser un obstáculo si no se entiende que el deseo sexual femenino necesita refuerzo en muchos momentos hormonales. Esto es algo que tanto el hombre como la mujer deben aprender a conocer bien.
Algunos consejos prácticos
Me atrevo a lanzar algunos retos o consejos que estoy segura pueden ayudar a vencer la barrera que nos encontramos cuando no sabemos cómo conversar o plantear temas de sexo a nuestra pareja:
- Ante todo, es necesario saber que el sexo no lo vive igual un hombre que una mujer, ni fisiológica ni afectivamente. En general, un hombre necesita mirar lo que le gusta, tiene un deseo sexual espontáneo y una respuesta sexual rápida. La mujer, al contrario, necesita más bien sentirse mirada, querida, para estimular el deseo sexual, que pocas veces es espontáneo, y que necesita una buena iniciativa, unos buenos preliminares. Nada mejor como el afecto y la ternura. Por lo tanto, no podemos esperar las mismas cosas, ni esperar lo mismo siempre.
- Para evitar la frustración que podría asomar, debemos dejar de adivinar lo que el otro piensa o espera. La mayoría de las veces nos solemos equivocar cuando tratamos de acertar dando palos de ciego, o de pensar, como el ladrón del refrán, que todos son de nuestra misma condición.
- Pensar siempre en el otro antes que en uno mismo. Preguntarse: ¿Qué querrá?, ¿qué le gustará? Si no sabes qué desea o qué le gusta, pregúntaselo directamente. Nada mejor que la claridad en un asunto tan delicado. Realmente es cierto aquello de que hablando se entiende la gente.
- Dejemos a un lado el pudor exagerado, la vergüenza. Dejar de hablar de sexo con nuestra pareja es como olvidar a quién tenemos delante. Tenemos que ser muy claros, excesivamente claros, para hacernos entender bien.
- Una vez se da el paso de lanzarse a hablar, buscar el momento adecuado. No es lo mismo sacar el tema en un trayecto corto de coche donde apenas hay tiempo, que en una cena romántica. Y al mismo tiempo evitar que sea algo forzado o que violente a la pareja.
- No desanimarse. Después de esa conversación (o conversaciones), no esperar que todo vaya a ser maravilloso de buenas a primeras. Una cosa que he aprendido en mi matrimonio es la importancia de ejercitar la forma de expresarnos, aprender a decir lo que realmente queremos. Erraremos y acertaremos innumerables veces, pero la ilusión y el esfuerzo no pueden desaparecer.
- No digas rojo si en el fondo quieres azul. No busques complacer por complacer, como si le dieras un caramelo a un niño caprichoso, porque el amor requiere esfuerzo.
Como el vino, el sexo mejorará con el tiempo. Y es precisamente en todo momento de ese tiempo donde debemos estar alerta, dispuestos a luchar por el bien de los dos.
Tenemos que hacer como decía Sabina, que todas las noches sean noches de boda, que todas las lunas sean lunas de miel.